viernes, 29 de noviembre de 2013

FÚTBOL


Según el conocimiento absoluto, es decir Wikipedia, el fútbol, también conocido como fútbol asociación, balompié o soccer, es un deporte de equipo jugado entre dos conjuntos de once jugadores cada uno y cuatro árbitros que se ocupan de que las normas se cumplan correctamente. El objetivo del juego es desplazar con cualquier parte del cuerpo que no sea los brazos o las manos, y mayoritariamente con los pies (de ahí su nombre), una pelota a través del campo para intentar introducirla dentro de la portería contraria, acción que se denomina marcar un gol. El equipo que logre más goles al cabo del partido, de una duración de 90 minutos, es el que resulta ganador del encuentro.
Y según un servidor, que lleva jugando y disfrutando de él desde que tenía conciencia; fútbol es: soñar con meter el gol que decida un partido, levantar la copa de campeones gritando al cielo y sintiéndote el rey del mundo, imaginarte salvando un gol en la raya en el último minuto o dando ese último pase para que sea tu compañero el que la mande a las redes. Es salir corriendo del colegio porque tienes que llegar al entrenamiento, quedarte estudiando hasta muy tarde porque si no apruebas te quedas sin él o hacerte miles de kilómetros en un autobús. Madrugones de domingo para jugar bajo cero, reventar cientos de pantalones, litros de Betadine para curar las heridas, miles de pesetas en botas y zapateros que las remienden, lavadoras mágicas que eliminan todo resto de barro, bocadillos de tortilla después de los partidos o árbitros que te fastidian toda la semana. Abrazos al reencontrarte con viejos rivales, recortes de la primera vez que saliste en un periódico deportivo, fotos con los pantalones rozando los sobacos, balones Mikasa mucho más efectivos que los medicinales de ahora y campos a los que fuiste una sola vez pero que nunca olvidarás.
Ese simple pasatiempo de 5 letras hace que te vayas llorando a tu casa porque te remontaron el partido, que no encuentres consuelo porque sabes que fallaste en uno de los goles, que no quieras hablar con nadie en casa porque sabes que no tuviste un buen día o que no concilies el sueño hasta las 5 de la mañana porque la cosa no salió como esperabas. No te permite disfrutar del ocio o del descanso de los fines de semana; pero te recompensa cuando llegas a casa y repasas lo bien que te salieron las cosas ese día. Hace que te apetezca estar solo durante horas y te hace dar abrazos como si fuera la última vez que vieras a esa persona. Triples sesiones de pretemporada, miles de kilómetros lejos de tu familia, nervios incontrolables antes de un partido, decepciones al ver una alineación, cientos de almohadas en otros tantos hoteles o incertidumbre de verano por no conocer tu futuro.
Te hace entender que debes dar el máximo no sólo por ti, sino por los que comparten equipo contigo; te obliga a esforzarte y a buscar la mejora día tras día y te propone retos y desafíos que a veces parecen infranqueables. Pone a prueba tu cuerpo con lesiones, te obliga a tragarte el orgullo en innumerables ocasiones, te enseña a convivir con múltiples personalidades y a tenderles la mano en busca del bien común. Entrenadores que no se acuerdan nunca de ti, otros que echarás muchas veces de menos, personas que te dejan huella de por vida y emociones que nunca revivirás con esa intensidad.
Ha llenado y llenará incontables horas de conversación en mi vida, me ha permitido conocer a mis mejores amigos y a miles de personas de las que aprendí mucho, me da la oportunidad de vivir en ciudades diferentes, puso en mi camino a la persona más importante de mi vida y lo más importante…me hace mantener la ilusión.