martes, 13 de agosto de 2013

Del sofá al pódium

La vigorexia no es un concepto reconocido por la Real Academia Española. Sin embargo, el término es muy habitual para nombrar a la dismorfia muscular, un trastorno que se caracteriza por la preocupación obsesiva por el físico y la distorsión del esquema corporal.
También conocida como complejo de Adonis, la vigorexia hace que quienes la padecen perciban sus características físicas de manera distorsionada.
Los vigoréxicos sienten que carecen de musculatura y de tonicidad; por lo tanto, tienen una obsesión con la realización de ejercicios físicos que les permitan mejorar su aspecto corporal. Estos ejercicios son realizados de manera compulsiva hasta que el cuerpo pierde sus proporciones normales.

Cuando se habla de vigorexia, hablamos de una enfermedad; y hay que medir mucho las palabras cuando tratamos un tema así. Sería totalmente erróneo generalizar y encasillar a un sector de la población como vigoréxico por el hecho de tener una pasión que roza la obsesión por la actividad física y por cuidar de forma desmesurada su cuerpo.
Pero también sería erróneo negar que la sociedad ha sufrido un cambio importante en los últimos 10 años en el ámbito de la actividad física y que un porcentaje elevado de personas ha pasado del sedentarismo a la práctica casi profesional del deporte. Y digo casi, porque la mayoría no viven de ello, pero dedican el mismo número o incluso más horas que los profesionales del deporte. 

Hace unos años, los corredores que sudaban nuestras calles eran contados con los dedos de una mano; y los ciclistas que rodaban nuestras carreteras eran considerados unos temerarios.
Todo el mundo frecuentaba el mismo gimnasio y si nos hablaba alguien de un pulsómetro, pensábamos que era un artilugio preparado para el asalto a la luna.
Hoy en día, un paseo por la playa se convierte en una carrera de obstáculos, y la cola del supermercado no es nada comparada con la de la máquina de press banca. Cualquier persona que acude a un gimnasio, te puede dar un Máster en nutrición o desarrollarte un plan específico de entrenamiento para aumentar el volumen de tu tren superior.
Muchas cosas han cambiado en el mundo del deporte: Internet es una fuente inagotable de información (y no he dicho si correcta o incorrecta), conocemos perfectamente los beneficios de la práctica deportiva (aunque no tanto los perjuicios), un alto porcentaje de la población ha practicado deporte desde la niñez, cuerpos musculosos nos invaden a todas horas desde cualquier canal de televisión o el consumo en el sector deportivo se ha vuelto desmedido.

La situación actual gana por goleada en la comparativa a la de hace unos años, pero tampoco conviene pensar que sólo existen puntos positivos. Es digno de alabar la afición y la cultura deportiva que hay hoy en día; muchas personas encuentran en el deporte un medio de vida y una vía de escape para la difícil situación por la que atravesamos; además de todos los beneficios físico-sociales que conlleva practicar cualquier tipo de actividad física. 
Ponerme a escribir sobre los beneficios sonaría repetitivo y no creo que aportara nada a lo que ya conocemos y nos cansamos de leer y de escuchar.

Pero en toda comparación, debe existir el otro punto de vista. Como muchos sabréis, el deporte profesional tiene poco que ver con el deporte saludable. Las lesiones persiguen a los deportistas el resto de sus vidas después de retirados, impidiendo en muchos casos la práctica deportiva por placer. El cuerpo, después de ser exprimido al máximo, saca a relucir su memoria y se comporta de forma rencorosa con nosotros, recordándonos que hubo una época en que no nos portamos bien con él.
En cierto modo, el deportista profesional no tiene lugar a elección, ya que su única posibilidad sería irse a casa y abandonar su profesión. Se debe a un club, una federación, a sus entrenadores, compañeros y sobre todo a un público exigente que le demanda correr, saltar, nadar, marcar, golpear o pedalear cada día más fuerte, más rápido, más preciso o con mayor espectacularidad. Por tanto, ellos deben seguir entrenando cada día más duro para poder mejorar su rendimiento, y vivir resignados a que en el futuro serán sus cuerpos los que machaquen a sus mentes.
En cambio, el deportista amateur o aficionado sí puede elegir sus objetivos y marcar sus límites. La ambición siempre debe estar presente en nuestras vidas; sin ella no lograríamos alcanzar objetivos otrora imposibles; pero no se puede pretender  pasar del sofá a correr una prueba de triatlón en 3 meses; como tampoco pasar de pesar 110 a 85 kg en 1 mes, sin quirófano de por medio. 

Por ello, conviene también reflexionar, y debe existir una conciencia de responsabilidad, tanto en practicantes como en instructores. Nunca debemos olvidar que deporte y salud tienen que ir de la mano; y que cualquier camino que se salga de esa dicotomía no conlleva casi nada positivo. 
Conceptos como la educación física de base, la adaptación progresiva al esfuerzo o la necesidad física del descanso no deben pasarse por alto, ya que son los que cuidan de la integridad del deportista. 
La opinión del profesional debe ser siempre nuestra referencia; y la formación continua el objetivo de los primeros. De esa forma, todos los que formamos parte del deporte saldremos beneficiados y podremos seguir haciendo lo que más nos gusta en las mejores condiciones posibles.

Sin más dilación, me despido. Sed felices…y sudad mucho!!

sábado, 10 de agosto de 2013

De estreno

Ya es la sexta vez que borro las primeras palabras que escribo. Me cuesta encontrar las más adecuadas para empezar a escribir. Quizá porque pienso que deben causar asombro, que deben ser perfectas, que marcarán el devenir de este blog. Pero después de haber rectificado ya unas cuantas veces, me hago a la idea de que no aparecerán y de que tampoco es lo que pretendo.
Banda Reservada nace con la idea de proporcionarme un rincón donde poder expresarme, donde tratar temas que me inquietan y que a veces necesito compartir o simplemente escribir. No siento la necesidad de ser seguido por masas y crear corrientes de opinión; simplemente me apetece expresarme y adentrarme en este mundo desconocido para mí. Y si además consigo entretener o ayudar a alguien, mi objetivo estará más que logrado.
Sed felices! Y hasta pronto...